A cada momento, los límites y las fracturas que posee el aparato jurídico son cada vez más evidentes. Los individuos son constantemente despojados de sus derechos y colocados bajo un estado de indeterminación, donde sus vidas pierden valor significativo y se vuelven "matables" (sin cometer un homicidio). Observamos cada vez más individuos abandonados, excluidos por el poder (proscritos) y colocados en un Estado de Excepción (porque excluidos de la ley, están también bajo el poder de la ley).

Según Giorgio Agamben, este individuo matable (que puede recibir tantos nombres, como Alberto, Vinicius, Diego Scott y muchos otros) es aquel cuya reducción del valor de su vida le hace no pertenecer a la sociedad; y es aquel que se relaciona con la sociedad por su destierro de la misma. Se trata de una anomalía que justifica el "abandono". Sus derechos no están suspendidos jurídicamente, sino en la imposibilidad de ser cumplidos por el Estado.

¿Puede pensar en los muchos casos y ejemplos en los que ha visto tal deficiencia en la aplicabilidad de la ley? Existe una fractura esencial entre la ley y su aplicación efectiva, de modo que se crea una zona de suspensión de derechos, ya que la humanidad de estos individuos también había quedado suspendida. A esta condición la llamamos Estado de Excepción (una intervención que está fuera de la ley, pero que reprime al individuo en la aplicación pura y dura de la ley).

A continuación veremos algunos de estos casos, en los que el poder (en forma de fuerza legal y policial) puede decidir sobre la vida y la muerte de las personas y en los que se produce una fractura de la justicia, de tal manera que se vuelve incapaz de aplicar la ley, porque existe un estado de excepción constante.

Diciembre de 2019: la policía militar de São Paulo, durante una operación en un baile 'funk' en la comunidad de Paraisópolis, asesinó a nueve personas e hirió a otras doce. Nueve de los treinta y un policías implicados en la operación fueron destituidos y acusados de homicidio involuntario, pero meses después los mismos agentes fueron ascendidos y aumentaron de rango.

Enero de 2021: Diego Scott se ve envuelto en una discusión familiar en la que la policía militar es llamada para disolver la situación. La policía dice que cuando llegaron al lugar de los hechos Diego no se encontraba, pero las imágenes de las cámaras de seguridad muestran a los agentes metiendo a Diego en el vehículo. Después de este momento no se volvió a ver a Diego Scott.

Noviembre de 2021: Alberto Meyrelles es detenido erróneamente por un robo ocurrido en 2019 tras ser reconocido por la foto de su CNH que se encontró en el vehículo implicado en el delito, el mismo día que se produjo el robo Alberto había presentado una denuncia policial en la que informaba de un robo en el que se había llevado su CNH.

Estos son sólo algunos de los casos de fallos y violencia policial en Brasil.

No estamos de acuerdo en que una persona sea tratada como un individuo matable y no podemos permitir que se vea a las personas de esta manera, estos individuos son solo víctimas de los prejuicios del gobierno en el que todos los que no encajan en la etiqueta de persona "buena" son desechables, como sociedad no podemos permitir que se nos juzgue como desechables o no por características fútiles, somos seres humanos, somos mucho más de lo que se puede ver a simple vista.

Desgraciadamente, casos como estos ocurren a diario y pocos se denuncian. La policía brasileña es la que más mata en el mundo. En 2020 hubo 6.416 personas asesinadas por agentes del Estado, más de 17 víctimas al día, el 80% de estas víctimas eran negras. Estas cifras crecen cada año e irónicamente estas muertes se justifican por la falta de vigilancia policial, ya que la única parte que realmente se escucha es la policial, que siempre pone la misma situación: la víctima murió accidentalmente en un enfrentamiento entre policías y bandidos, transmitiendo así a la sociedad, con el apoyo de varios medios de comunicación, la idea de que la sociedad necesita más fuerza policial sobre todo en las zonas comunitarias, tratando siempre la presencia policial como una forma de protección y seguridad, y no de opresión, que es el verdadero sentimiento de las personas que viven en estas zonas.

El sistema policial brasileño arrastra una herencia militar que lo hace cada vez más violento, menos humano y menos eficaz. El organismo que debería llevar la seguridad y la paz a los ciudadanos se ha convertido en uno de los principales engranajes de la maquinaria gubernamental de la violencia y el miedo, en la que el principal objetivo es silenciar a los ciudadanos y hacer que tengan miedo de posicionarse ante las actitudes adoptadas por el gobierno.